viernes, 22 de octubre de 2010

La memoria con el paso del tiempo se llena de agujeros, como si fuera un trapo apolillado. Es entonces cuando uno reteje las porciones de pasado que le faltan a esa tela, inventado inconscientemente  cosas que quizás nunca ocurrieron. A la tela original a y los parches inventados los llamamos recuerdos.
El Anfibio de Don Carlos
Según yo recuerdo, el anfibio de Don Carlos Gesell era un artefacto enorme, tenía entre ocho y diez metros de eslora y tres de manga. También era bastante alto, creo que 3 metros. Tenía unas ruedas lisas de avión enormes, como las que usan los camiones 4x4 canadienses. Estaba pintado de dos colores… naranja y blanco. Visualmente era un barco con ruedas, como esas seudo-embarcaciones que hacen paseos por la Boulevard Marítimo en Mar del Plata. Al anfibio del fundador lo ví paseando unas pocas veces por las calles de Villa Gesell, o por la playa; pero jamás por el mar.
Mi padre, Jorge Mario Roncoroni, en su calidad de abogado tuvo la oportunidad de asesorar legalmente a Don Carlos Gesell. Siempre lo recordaba con gran cariño y le encantaba contar anécdotas que reflejaban la personalidad genial y excéntrica de Don Carlos. En una época a mediados de la década del 70, mi progenitor, periódicamente se reunía con Gesell en la casa del pinar del norte. Allí tenía la oportunidad de charlar de cosas que eran ajenas a su trabajo, Don Carlos le contaba sus proyectos, le hablaba de sus inventos y sus sueños.
El famoso anfibio fue fabricado en forma artesanal en los talleres de la administración Gesell, Don Carlos hacía los dibujos y aportaba las ideas centrales y Rubén Collado construía el vehículo y contribuía con sus propias invenciones. El constructor de la embarcación era conocido en el pueblo con el mote de “El Loco Collado”. Sus reiterados fracasos al intentar hacer flotar el anfibio en el mar, hicieron que el prestigio de esta persona cayera como un tobogán entre la opinión generalizada de los geselinos. La mayoría de la gente, creía que Collado era sólo eso… un loco. Sin embargo, loco o cuerdo, en la década del 80 y 90’ Collado demostró ser un genio. No construyendo anfibios, pero si descubriendo y rescatando naufragios de barcos españoles, repletos de monedas de oro y otros objetos de gran valor económico e histórico, en el Río de la Plata.   
Al ver que los experimentos con el anfibio iban de mal en peor, y que la flotabilidad del mismo era precaria, un día mi padre le hace una broma a  Carlos Gesell… Le dijo con sorna:
-          - Oiga, Don Carlos ¿Cómo anda el submarino?
-          - ¿Qué submarino… doctor? Dijo Gesell desorientado
-         -  ¡Ese aparato naranja y blanco… que anda más por abajo del agua, que por su superficie.
-          No me parece graciosa, su broma… respondió Don Carlos algo enojado.
-         -  No se enoje, Don Carlos, es una broma, yo lo respeto y admiro todo lo que usted hace. Sólo que a veces, como soy un hombre práctico, no lo entiendo. ¿Cuánto dinero lleva gastado en su Anfibio, y los honorarios del loco Collado? ¿No vió los remates de la Armada que salen publicados en el diario La Nación?

Carlos, abrió lentamente el cajón de su escritorio, y comenzó a sacar recortes de diarios, eran los avisos a los que mi padre hacía referencia, allí había varios anfibios de la marina publicados. Don Carlos dijo….
-          Claro doctor, ya sé que la Armada vende anfibios. Y ya saqué la cuenta, realmente es más barato comprar un anfibio hecho y repararlo en lugar de construir uno desde cero. Pero si compro un Anfibio, ya hecho…

- ¿- Yo cómo me divierto?   
  
Ese día mi padre comprendió cabalmente la personalidad de Carlos Idaho Gesell, y se dio cuenta de que lo locos son los que no sueñan.

1 comentario:

  1. Hola!!! Qué linda historia...calculo que a mi papá no le va a gustar mucho eso del "Loco Collado" jajaja!!!! pero es así nomás. Vivíamos en la Villa en esa época, yo era muy chica, iba a jardín. Recuerdo esos inviernos donde las otitis nos mataban, qué frío. Pero también recuerdo y guardo fotos de ese anfibio, del acuario, del taller de kayaks, de la estación submarina que todos en Gesell usaban como referencia (estaba en el galpón de 141 y boulevard) Y que tanto más linda es la vida gracias a esos "locos" como mi papá o como Don Carlos, que si no hubiesen tenidos sueños, Villa Gesell hoy no existiría, ni tendríamos esas lindas anécdotas para contar a nuestros hijos... Además, los fracasos son experiencias, o no? Ah!!! Yo también tuve una Tata, te vi en el tataclub y no sabía que teníamos este pasado en común. Con afecto. Mariana Collado.

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