viernes, 3 de octubre de 2008

A Martita y Tere en sus 80 años

Manuel Mujica Lainez en su cuento “El hombrecito de Azulejo” nos relata la historia de un ser diminuto, que escabullido de la guarda de azulejos de un zaguán, distrae a “Madam la Mort” para no dejarla cumplir con su trabajo. Pues la muerte esperaba sentada en el brocal del aljibe del patio la hora indicada para apagar la vida de un niño. Daniel se encontraba gravemente enfermo, y según las predicciones de los  doctores Ignacio Pirovano y Eduardo Wilde, para vencen a la muerte debía pasar la noche. Martinito, así había bautizado el niño al hombrecito, había escuchado el diagnostico cuando los destacados  médicos argentinos de la generación del 80 se retiraban atravesando el zaguán  con sus levitas y galeras. Es entonces cuando nuestro héroe de barba puntuda y bastón, que había nacido en un taller de cerámica de Devres en  Francia, se dirige raudamente al brocal del aljibe y comienza a hablarle a la muerte en francés, cosa que sedujo a la señora de la horrorosa calavera. Dialogó con la huesuda de vestido negro sin demostrarle miedo ni sollozar , lo que la distrajo aun más. Finalmente el hombrecito logro con su oratoria hacerle perder la noción del paso del tiempo, por lo que a “la parca” se le paso la hora establecida para llevarse al niño.
Es increíble como se parece este cuento a la historia de Martita y Tere. Ignoro si la casa de la calle French tenía zaguán. Tampoco se si algún hombrecito de azulejo habitaba la casa, o si hubo algún duende que lucho con Madam la Mort para salvar la vida de las mellizas. Lo que si puedo asegurar es que el 13 de noviembre de 1928, cuando mi madre y mi tía llegaron al mundo, la muerte aguardaba su hora en la casa del barrio de recoleta, como había esperado unas décadas antes en el barrio de San Miguel. La ciudad de Buenos Aires comenzaba a perder los aljibes que ya se convertían en innecesarios, pero la muerte puede sentarse en cualquier lado o incluso esperar de pie.
En la casa de la calle French, los doctores Caupolican Castilla y Vicente Stabile remplazaban en las tareas que realizaban   Wilde y Pirovano en el cuento de manucho. Aunque el Dr. Vicente Stabile, mi abuelo, cumplía una doble función porque además del rol de médico le correspondía el de padre y esposo. Doña Raquel Borzone, su mujer yacía en la cama gravemente enferma y no existían posibilidades de que sobreviviera porque la meningitis arreciaba cumpliendo con los designios de la muerte que paciente aguardaba. Sin embargo el referido día del año 28 Martita y Tere llegaron al mundo igual, mi abuela, como último acto de vida enfrento a la muerte y parió, a las dos mellizas. Raquel, la mujer de los ojos claros  y hermosos, dejo este mundo tres días después. 
Cuando aquel fatídico día 13,  el doctor Castilla vio las dos bebas recien nacidas, que superaban escasamente el kilo de peso, se dirigió a mi abuelo y le dijo:
-                          Don Vicente, esto es muy duro, pero debo decirle no creo que estas criaturas tan débiles y con bajo peso logren sobrevivir. Se que está abrumado por el dolor, pero como amigo y como médico debo decírselo.... -Y señalando primero a Tere y luego a Martita agrego- Ésta se muere hoy  y ésta talvez  mañana... Con respecto a Raquel, quizás lo mejor hubiera sido interrumpir el parto hace algún tiempo.
-                          (A lo que Don Vicente replico) Ya lo sé... amigo Castilla, como médico podría aceptar esa posibilidad, pero como padre jamás...

Afortunadamente el buen amigo y gran médico Castilla se equivocó. Porque las mellizas sobrevivieron. La muerte ilusa y golosa pensó que en la misma diligencia se llevaba a la madre y a las dos hijas. La señora que siempre aguarda, se concentró en mi pobre abuela, total las dos lauchitas vendrían solas.  Sin embargo la debilidad muchas veces se convierte en fortaleza. Aquellas mellizas diminutas fueron puestas, con pocas esperanzas, en una caja de zapatos entre algodones, quedando al cuidado de la tía Mechita quien entonces las alimentó con un goterito, agua y azúcar. Paradójicamente la heroica mujer resultó ser, con el paso de los años, suegra de Tere. Dado que la consanguinidad no pudo refrenar el amor y consecuentes nupcias entre Teresita y Perico.

La medicina aun no contaba con incubadoras, ni tratamientos efectivos para bebés prematuros.  Tampoco existía la leche maternizada en lata como a la que accedemos hoy. Pero quiso el destino que Martita y Teresita tuvieran una nodriza. Elvira era una mujer cuya gran gordura y volumen era infinitamente superados por el amor que les supo dar a las mellizas que hoy festejan sus 80 años. A la señora que salvo, con leche materna, a las protagonistas de este cuento se le había muerto su bebé. Martita me contó, que siendo con Tere, ya dos niñas de 10 u 11 años tuvieron la oportunidad de tener un encuentro con su nodriza, y que la mujer las abrazaba y lloraba dando gracias a Dios... La ingesta de sendas docenas de huevos para alimentarse y alimentar a las niñas prematuras no había sido en vano.

Si Martita y Tere nacieron un 13 de noviembre ¿Por qué festejamos su cumpleaños el 3 de octubre? Pues la historia que me toca contar, tiene otra heroína salvadora de Tere y Martita, como así también de Raca y Pepa. A quien no pudo salvar la Tía Pampa, fue a Vicentito. La muerte vengativa y arrogante a los pocos años de llevarse a Doña Raquel, se llevo a Vicente Stabile (h), único vástago varón de la familia. Y quiso el destino que el deceso de Vicentito se produjera también en el mes de noviembre, muy cercano a la fecha en que muriera su madre y al cumpleaños de las mellizas. Dicen que la tristeza invadía todos los noviembres la casa de la familia  Stabile,  y no daba lugar a la alegría que requería  el festejos del cumpleaños de Tere y Martita. Entonces la Tía Pampa, quien desde su invalides y sillón, siempre supo gobernar la casa con firmeza he inmenso amor, decreto: ¡Las mellizas no cumplen más los años el 13 de noviembre, de ahora en más... yo digo que los cumplen el 3 de octubre... y se acabo! Nadie, jamás se atrevió a cuestionar la sabia orden de Pampa, por eso hoy 3 de octubre estamos reunidos aquí para celebrar los 80 años de Maria Marta Rita y María Teresita Stabile. Y no hay error si estamos reunidos para festejar el cumpleaños hoy es 3 de octubre, pues intuyo que a la Tía Pampa poco le importaría decretar cambios en el almanaque. Como diría, cierto muchacho de Dolores, que ostentaba sus bigotes a lo Clark Gable  con intenciones galantes por la casa de las Stabile ¡Que vieja jodida... yo le llevaba bombones de regalo para quedar bien pero, no me dejaba ni por casualidad un ratito a solas con Martita... Nos tenía controlados desde que teníamos 8 años, no nos dejaba ni ir a buscar papel  debajo de la rambla de Miramar para hacer un volcán de arena!


La historia de las mellizas, que aparentemente duraría a lo sumo unos pocos días, continúa escribiéndose a lo largo de 8 décadas; con momentos llenos de felicidad y horas repletas de tristeza. Pero de eso se trata la aventura de existir, y forma la parte de un libro que bajo promesa surgirá del puño de Tere. Yo, en el relato, llego hasta aquí. Gabriel García Márquez , que dicho sea de paso también nació en 1928, dice en el final de “El Amor en los Tiempos del Cólera”: ...es la vida, y no la muerte, la que no tiene límites.