sábado, 6 de junio de 2009

El Sable del Capitán Bagur.




Mi abuelo, el Dr. Atilio Roncoroni resulto electo intendente del Municipio de Dolores en 1927 siendo presidente de la Republica el Dr. Marcelo T. de Alvear. Sin embargo asumió el cargo el 21 de enero de 1928. Esta última fecha no sería particularmente significativa si no fuera, por un hecho violento ocurrido y porque ese mismo día el diario “El Nacional de Dolores” publicaba en su sección Sociales: “Hoy el matrimonio Roncoroni – Santander se vio bendecido con el nacimiento de un robusto barón, cuyo nombre es Jorge Mario” El bebe que llegaba al mundo era hijo del flamante intendente y de Doña Marcelina Clara Santander, y además de seguir robusto por muchos años, demostró ser prolífico porque tuvo siete hijos entre los que me encuentro. Ya me ocuparé en otros cuentos de mi padre y sus nutridas anécdotas como abogado del Departamento Judicial de Dolores y como hombre multifacético,  pero por ahora seguiré con los sucesos del 21 de enero de 1928.
En el acto de asunción de Don Atilio como intendente ocurrió  algo que pudo haber cambiado la historia de nuestra familia, privando a sus hijos y nietos del viejo Atilio. Mi abuelo era conservador y el ejercicio de la política en aquel entonces y en la campaña bonaerense podía tornarse peligroso. A veces los paisanos matreros sacaban a relucir los facones, o en algunas oportunidades las cosas terminaban a los tiros.  En la ocasión que describo un militante de la Unión Cívica Radical tomo un arma y apunto con la intención de apagar la vida del Dr. Atilio Roncoroni. Es más, además de apuntar, abrió fuego... Pero hubo alguien que evito la inminente muerte de mi abuelo. Bagur, secretario personal de Don Atilio al ver la maniobra de quien portaba el arma se interpuso en el camino de las balas cubriendo el cuerpo del intendente y dando así su propia vida.
En esta historia no pretendo resaltar la dicotomía entre boinas coloradas y blancas, dejo que cada uno sustente su propia ideología, porque hay actos de los hombres que los ennoblecen sin importar los bandos a que pertenecen. La generosidad de Bagur fue un gesto bizarro, y de profunda amistad, que los descendientes de Don Atilio Roncoroni tenemos el honor y obligación de agradecer eternamente. Bagur sacrificando su vida y le regalo casi medio siglo de existencia a aquel joven abogado de apenas 31 años de edad. Gracias a su amigo, mi abuelo desarrollo una vida fértil destacándose hasta su vejes como abogado, periodista, profesor, legislador e historiador. Pero sin duda lo más importante fue que  pudo ver crecer a sus hijos Atilio Regulo y Jorge Mario, y conocer a sus nietos. Además Don Atilio y Doña Marcela tuvieron una vida lo suficientemente larga como para cumplir las  bodas de oro de su aniversario de  casados. Mi abuelo murió el 13 de octubre de 1977, a la edad de 80 años. Y es aquí cuando recibo el legado de un objeto que atesoro.
Ocurrido el deceso de ambos padres lo primero que se divide en una sucesión, en forma informal y que no requiere la intervención de la justicia, son aquellos bienes muebles que escapan al testamento o a lo que  dictamine algún juez. Tal es así que mi padre tuvo una reunión con su hermano  Atilio, en el cual se pusieron de acuerdo sin mayores dificultades, sobre  quien adquiría la propiedad de aquellos bienes cuyo valor era más afectivo que monetario. Entre tazas rococó, libros y otras objetos sirven para juntar polvo en estantes, mi progenitor recibe el sable del Capitán Bagur. Ésta espada de caballería   había sido regalada por Bagur a mi abuelo, y era un recuerdo  de cuando el mártir del  relato había sido capitán de “La Guardia Nacional” ¿Qué fue la Guardia Nacional? Era un cuerpo militar que estaba dentro de la reserva sin formar parte de las tropas regulares. Dependía del Ministerio de Guerra y sus cuadros se elegían entre los vecinos de cada pueblo que fueran hábiles para la función. Siendo obligatorio prestar servicio entre los 17 y 45 años.
            Cuando el sable llega a mi hogar en Villa Gesell, me llamo muchísimo la atención y le pregunte a mi padre:
-         ¿De quien esta espada?
-         Era de Bagur, un amigo de tu abuelo, pero ahora es tuya. No juegues que te podes lastimar.... mejor colgalo en la pared.
En ese entonces no recibí más precisiones sobre el sable en cuya hoja, grabada con múltiples arabescos, puede leerse con letras de tamaño regular “Republica Argentina”, y luego en escritura más pequeña “A Feist & Co. Solingen”. Esta última palabra hace referencia a una ciudad alemana comprendida bajo la administración Dusseldorf. Solingen es famosa por la calidad de sus aceros, y consecuentemente de sus armas blancas. Los cuchillos más preciados desde hace más de un siglo por nuestros gauchos tienen de ese origen.
Con el paso del tiempo el sable fue a parar al fondo de un ropero y nos olvidamos de él por muchos años, hasta que me case. Fue entonces cuando lo rescate del olvido y lo traje al nuevo hogar recientemente constituido. Para mi era el sable del amigo de mi abuelo, sin que existiera mayor información alrededor de él. Pero un día, en 1999, en que viajábamos a Dolores con mi mujer Geraldine en compañía de mi hermano Antonio, yo  mencione el sable. Entonces mi hermano me contó las circunstancias de la muerte de Bagur y la historia que he referido. Desde entonces el sable luce en El Viejo Hobbit, el Restaurante que poseemos con Geraldine y nuestros hijos. Nuestro comercio es a su vez nuestra casa, y está inspirado en la literatura épica de  J.R.R Tolkien. Ustedes se preguntaran... ¿Que relación tiene un sable de la reserva civil de la Provincia de Buenos Aires con los relatos del creador del Señor de los Anillos? Es que esta obra habla de los valores humanos, destacando la generosidad  y fortaleza de quienes son capaces de dar su vida por los seres amados. Y es entonces cuando el sable del Capitán Bagur  se mezcla en la saga del escritor ingles, y compartir el linaje y gallardía de Anduril, la espada de Aragorn.